14/1/09

Carta de un padre a su hijo


LAURA dijo...

Querido Hijo:

El día que me veas viejo o que ya no sea el mismo... por favor, ten paciencia y compréndeme.

Cuando sin querer derrame la comida sobre mi ropa y olvide cómo atarme los zapatos, ten paciencia; recuerda las horas que pasé yo enseñándote a hacer las mismas cosas.

Si cuando hablas conmigo, repito y repito las mismas palabras y ya sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, para que tú te durmieras, tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas tus ojitos.

Cuando estemos reunidos y sin querer, no contenga mis necesidades, no te avergüences y comprende que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando eras niño te ayudé y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.

No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacer más agradable y divertido tu aseo.

Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que fui yo quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y cómo enfrentar la vida también como lo haces... son producto de mi amor, esfuerzo y perseverancia.

Cuando en algún momento, mientras conversamos, me olvide de qué estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te impacientes; tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y compartir ese momento.

Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Se cuándo puedo y cuándo no debo. También comprende que con el tiempo, ya no tengo tanta necesidad de ello, ni tantas ganas.

Cuando mis piernas fallen por estar cansadas para andar... dame tu mano tierna para apoyarme, como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernecitas.

Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no tengo fuerzas para vivir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o con cuanto te ame. Trata de comprender la diferencia entre "vivir" y estar "sobreviviendo".

Quise y quiero lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que, con este paso que me adelanto a dar, estaré construyendo para tí otra ruta, en otro tiempo, pero siempre contigo y para ti.

No te sientas triste, enojado o impotente por verme así. Desde tu corazón compréndeme y apóyame como lo hice yo cuando tu empezaste a vivir.

De la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego me acompañes a transitar el mío. Dame amor y paciencia, que yo te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que siempre tendré por ti.

¡ATENTAMENTE TU PADRE!

04-ene-2009 2:03:00

1 comentario:

  1. Anónimo15/1/09

    Por desgracia para nuestros mayores, esta carta habría que meterla en la gran mayoría de los buzones.

    Se sobrecoge el corazón al leerlo, pero mucho más cuando vemos que todo lo que dice está sucediendo muy cerca de nosotros y no podemos hacer nada por remediarlo.

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