6/5/09

Cómo perder la virginidad.........

RELATO: CÓMO PERDER LA VIRGINIDAD LEYENDO A GARCÍA MÁRQUEZ

Cada vez que descubro que no tengo nada que hacer más que soportar el bochorno de la siesta, me acuerdo de García Márquez y de alguna de sus literarias amantes adolescentes cubiertas de lino y sudor en una cama de habitación cerrada en el trópico. Cierto es que las ardientes prostitutas del trópico nunca tuvieron que soportar al tonto de mi vecino... cierto es que... lo cierto es que ellas... decía que cierto es... ¡ME CAGO EN SU PUÑETERA ESTAMPA! ¡YA ME HA CORTADO EL ROLLO OTRA VEZ! ¡SERÁ CAPULLO! ¡PERO A QUIÉN SE LE OCURRE DEJARLO SOLO UN MES ENTERO!

Vale, se lo ha ganado, toda la entrada para él. Mi vecino, y que esto no sirva de precedente, se llama Borja, tiene dieciséis años y sus benditos padres lo han dejado aquí solo todo el mes de julio mientras ellos se han ido de viaje al sur de Francia. Lo sé porque los señores tuvieron la amabilidad de pasar a informarme justo antes de irse para que así yo le echara un ojo al niño. El problema es que el Borjita, viéndose solo en el piso, ha decidido centrar todos sus esfuerzos, neuronas, energías y porros en perder la virginidad le cueste lo que le cueste. Y así, por Dios, no se hacen las cosas.

La primera chica que el Borjita subió a su piso, como nuestras terrazas se comunican, tengo el privilegio de poder presenciar todos sus rituales de cortejo en directo, creo que se llamaba Davinia, salió a la terraza, sólo hacía que preguntar si de verdad sus padres no iban a volver, luego dijo algo de lo fantástica que era la terraza y lo que le gustaban los áticos, yo encendí la luz e intenté seguir leyendo Cien años de soledad sin que esa interesantísima conversación de adolescentes repletos de hormonas me distrajera... Cuando el Coronel Aureliano Buendía supo que todos sus esfuerzos por...
Coca-cola no que luego me salen pedos.
Sí, con esa frase ya me acabé de despistar, seguí mi instinto natural e intenté observar a la tal Davinia y a mi querido Borjita a través de las buganvillas que separan nuestras terrazas. Pizza, estaban cenando pizza y el Borjita había sacado una botella de vino de su padre a la que insistía en añadirle Coca-cola para que pasara mejor. Su padre, su querido padre director de la sucursal del Banco Santander tiene una magnífica bodega y, de hecho la he visto y admirado, en esos momentos el Borjita, con su inconsciencia habitual se estaba haciendo un calimocho con una botella de más o menos unos ciento cincuenta euros. Me dolió hasta a mí. Agradecí por el bien del vino que la pobre Davinia tuviera luego pedos y al menos ella no lo mezclara. El caso es que el Borjita, en lo que a mí me costó leerme el nacimiento de todos los hijos del coronel Aureliano Buendía con cruces de ceniza en la frente y contemplar la salida de las estrellas sobre la ciudad, él se pimpló la botella entera de vino a base de calimocho y, para cuando yo me quise dar cuenta, el muy imbécil se había encendido uno de los puros de su padre que tiene guardados bajo llave e intentaba, más bien colocado, que la joven Davinia le diera alguna calada. Evidentemente, mi Borjita se tragó el humo como se había tragado la botella de vino y cuando volví a salir a la terraza, el pobre mozalbete estaba echando vomitando desesperada y angustiosamente en las jardineras que su madre riega con mimo por las tardes.
No sé más, no sé cómo acabó con la Davinia esa que lo acostó a rastras por la casa, pero sí puedo decir que la puerta se oyó pronto y que la moza no se quedó en casa, amen de que el Borjita al día siguiente no dio muchas señales de vida y a la Davinia no la volví a ver.

La siguiente princesa que el Borjita se trajo a casa el fin de semana pasado con la clara intención de dejarse la piel en ella, se llamaba Milagros, llámame Mila, y de hecho debía serlo pues no iba a cumplir ya más veces los cuarenta años y por lo que todo indicaba se iba a zumbar a un adolescente que bien podría ella haberlo criado. Ésta, lo reconozco, ésta sí que no me la perdí ni un segundo, cogí Cien años de soledad, lo abrí por donde Amaranta hace no sé qué mientras La Bella se ducha y... y me dispuse a reírme por encima del libro como no lo había hecho en años.
Ésta, Mila, ésta no preguntó ni se estaban solos ni dónde estaban sus padres ni dónde estaba el baño ni dónde iba a dormir ella ni si la iba a acompañar a casa luego, ésta llegó, abrió una botella de champán con los dientes, se sentó en la hamaca donde la madre de Borjita suele hacer los sudokos, empezó a beberse el champán hasta que se le derramó por el escotazo y siguió tirándose líquido y sonriendo hasta decirle al Borjita:
- Chúpame un pie.
¡Jaja! ¡Menudo imbécil! ¡Jaja! ¡Se había subido una puta a casa! ¡Jaja! ¡Qué ganas me dieron en ese momento de que sus padres lo llamaran por teléfono para preguntarle si se había comido toda la cena! ¡Jaja! ¡Sí, sí, no se preocupe, Natividad, que lo que es hambre el niño no va a pasar!
¡Virgen santa! El pobre chiquillo con su pendiente, su tatuaje en el cuello, su camiseta planchada, sus pantalones de marca, su pelo peinadito así pelito a pelito hasta el flequillo y ahí arrodillado chupiteándole los pies a la señora Milagros esa por debajo de la mesa mientras la buena señora se pimplaba ella sola la botella de champán de su padre.
- Espera un momento, ahora me toca a mí.
En ese momento, evidentemente, yo pensé que ya había llegado la hora de retirarme a mi cama, comprobar si tenía mensajes en el correo y dejar que el Borjita disfrutara de los sesentas euros que su madre le había dado para que comiera bien el pobrecito mío, jaja, si ella supiera... Pero me quedé porque vi que la señora Milagros esa no levantaba al Borjita del suelo sino que se iba para dentro a buscar qué sé yo...
El picardías de la madre del Borjita, el camisón de lencería que Nati, mi vecina, se compró para el día de los enamorados de este año y que le enseñó a mi novia antes de estrenarlo. ¡Eso era lo que llevaba puesto! ¡Jaja! Bueno, eso y una botella de ginebra Bombay del mueble bar del padre de Borjita amén de resoplar excesivamente por la nariz.

Ahí se ve que el Borjita no pudo aguantarse más:
- Pero qué hace, es que eso es de mi madre.
- Querido, esta noche yo voy a ser una mamá muy mala contigo.
¡Virgen santa! ¡Jaja! ¡Y yo escondido detrás de la celosía que un poco más y me meo de la risa mientras le señora Milagros se pegaba unos lingotazos de Ginebra que ni un estibador del puerto un día de fiesta!
- Pero es que eso es de mi madre, por favor, quíteselo.
- Huy qué malo que eres, ¿no quieres quitármelo tú?
- No, no, aquí no, quíteselo dentro, en su cuarto, que ella no se entere.
¡¡¡Y en ese momento va y llaman por teléfono!!! ¡Jaja! ¡¡¡Y era la madre del Borjita!!! ¡Y la señora Milagros en pelota viva por su cuarto con una botella de ginebra y el Borjita en la terraza!
- Que no, mamá, que no he salido, que me encuentro... No, es que tengo un poco de hipo, que no he bebido mamá, que no voy borracho, mamá, que es del aire acondicionado, que sí, que he cenado... me he hecho las pechugas que me dejaste... que sí, que he regado las plantas... que no, mamá, que... pues claro que me he cambiado de calzoncillos, mamá... ¡¡¡Jaja!!! Y yo pensando, sí, sí, ha traído a una señora para que le riegue las plantas y lo cambie de calzoncillos, jaja.
El caso es que cuando el Borjita colgó, todo quedó en silencio, yo pensé que había contratado a la meretriz más silenciosa del mundo y me metí al sillón del salón a leer cómo Melquíades moría cuando oigo que me llaman por la terraza.
- ¿Ocurre algo, Borja?
- Álvaro, tío, me puedes ayudar, es que me he traído una chica a casa y se ha puesto mala y se ha tumbado en la cama y no se mueve.
¡¡¡Jaja!!! La señora Milagros, cuando yo la contemplé de cerca, se había intentado vestir de nuevo con sus ropas de lentejuelas doradas y minifalda blanca pero sin dejar de pimplar la ginebra a palo seco encima de la cama, donde se había quedado traspuesta, estirada todo lo larga que era, con una pierna en cada lado y la peluca rubia por medio de la cabeza. ¡¡¡Jaja!!!

Pobre Borjita. En el fondo, ese día me dio pena, nada. Le ayudé a meterle la cabeza en la ducha a la señora, la despertamos, llamé a un taxi, se lo pagué yo y no dejé que se despidiera de él ni de mí esa querida Milagros, que también quiso intentarlo.
En fin, que a día de hoy, mi querido Borjita lleva gastadas casi la mitad de las vacaciones y todavía no ha mojado, que cómo lo sé, porque no me deja leer a García Márquez, porque se pasa desde las diez de la mañana enganchado al Messenger, porque se ha puesto en el link "solito en casa quién se apunta", porque sólo hace que hablar por teléfono con sus amigos, porque se pasa el día en la terraza fumando porros, porque ya no he vuelto a ver subir a ninguna princesa a casa y, sobre todo y es lo que me acaba de volver a fastidiar, porque se pasa las tardes en la terraza con el MP3 ¡¡¡cantando canciones de amor con su voz de adolescente!!!
Por favor, por el amor de Dios, que ya me sé el repertorio entero de Andy y Lucas, Nosequién y Sara, Melendi, Bustamante y otro que canta RAP y se caga al mismo tiempo en tu padre, por lo que más queráis, de la manera que sea, a mí no me importa y seguro que a él tampoco, pero.... que vuelvan sus padres, que haga el amor, que se le acaben las pilas, que pierda la voz, pero... ¡dejadme que siga leyendo a García Márquez!


Publicado en Las Provincias.es
06-05-09

Texto: Álvaro García.
Ilustraciones: Alberto Montt.